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Dibujos Negros  

Ilustraciones digitales  /   40X40  /   2011 - 2015

LA VIDA, EL ARTE… SIN ANESTESIA, ¿EL ARTE O LA VIDA?

 

 

“…no hay más utopía que la moral…"

Giles Lipovetsky

“Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada"

Edmund Burke

 

 

Disculpen mi aparente inmodestia, pero en mis circunstancias escribo como don Miguel de Cervantes. Y acordarse de tan insigne figura literaria conviene, en esta ocasión, si al observar las decenas de “Dibujos negros” de Edu Barbero, nos viene a la memoria otra gran figura, esta vez pictórica, de la historia de España: don Francisco de Goya; sí, con su archiconocida serie de pinturas negras, Desastres y demás vida/quehacer oscuros. Las composiciones que recoge este libro son un ejemplo elocuente de una clara y necesaria protesta visual, una concienzuda reflexión desde la ética acerca de decenas de cuestiones sociales, políticas y económicas, tristemente presentes en nuestro país, y en algunos casos también en otros ámbitos internacionales, durante los últimos años, durante las últimas décadas en muchos temas, y durante siglos, si se me permite y sin querer ser pájaro de mal agüero. Perdonen, no me olvido del comienzo: siquiera una anécdota… el autor del Quijote seguramente escribía a la luz de unas velas; pues eso, ello es la explicación de esa “aparente inmodestia”, ninguna otra pretensión, por supuesto; mis circunstancias tienen ahora que ver con escribir a la luz de unas velas. Pero tal contingencia no sería relevante para el volumen que nos ocupa, a no ser que tal vez muchos de ustedes terminen por compartir esta u otras situaciones similares, especialmente si la vigencia de tantos poderes infames, de tantas entidades mezquinas y de tanto culpable inmune a la ley –de todos ellos trata Edu Barbero en estas páginas- se mantiene tan sólida, tan incólume e irremediable.

 

El pensamiento, y en consecuencia la libertad, comienzan con la duda. Los ejercicios visuales, las asociaciones y representaciones del autor, giran alrededor de la integridad y de la defensa de la ética, valores, en realidad, que se presentan en ilustraciones irónicas, sátiras a veces, refinadas miradas críticas siempre. Pero al libro le falta algo utópico, algo que debería ser una especie de bienvenida apología de la acción. Esto es, que el hecho artístico, de verdad, conllevara un proceder vital. Estos trabajos, admirables sí, claro está, deben ser una bofetada a las conciencias. Se me ocurre que las imágenes habrían de ir acompañadas de lemas, versos, escritos breves pero contundentes, el verbo que completara el resorte para que el arte, ciertamente, transgrediera, más allá de las visiones imaginativas y sorprendentes aquí recogidas. Porque para luchar  -de eso se trata…- contra todo aquello que aquí veremos cuestionado, burlado, desmitificado, la fuerza de la imaginación ha de ser plena, y el sintagma literal: fuerza e imaginación.   

 

La acción del autor, por tanto, debería desencadenar un procedimiento coherente con la opinión que genera el recorrido por esta edición; me refiero al desarrollo veraz de la práctica ética, sin lindes, sin paradigmas impuestos. No podemos dejar de estar de acuerdo con el maestro Schopenhauer, cuando expresaba que “…lo más importante, es más, lo único esencial de la existencia toda, aquello a que se reduce todo, la significación propia, el eje del mismo, estriba en la moralidad de las acciones humanas. (…) De aquí el que sea fácil predicar moral, pero difícil fundamentarla.”  (1)  Y a menudo ciertos pilares de la civilización occidental –incluso de otras sociedades – se alejan de la moral por cuanto su razón de ser responde a los intereses más que cuestionables de distintas jerarquías: la política, la religión, las finanzas, la justicia,… son algunos de esos pilares. Y aunque los principios que instauran comúnmente tales actividades y aspectos humanos, se fundan en códigos éticos, en premisas teóricas y en documentos históricamente reconocidos y elevados a categorías supraindividuales, la puesta en práctica de los mismos cae en saco roto, daña evidentemente a gran parte de la ciudadanía y de los habitantes de cualquier región, daña al pueblo llano. Los guiños y propuestas visuales de Edu Barbero advierten, sin tapujos, de la existencia de estas contradicciones, demasiado insistentes a pesar de que vivamos en no sé que era de la tecnología, de los avances científicos, del progreso, y otros paradigmas refutables.

 

Al recorrer y observar estas ilustraciones parece  que el individuo, cada uno de nosotros, se ha convertido en simple productor que intenta satisfacer sus necesidades de supervivencia, amenazadas desde tantos flancos; convertido también en animal sin capacidad de autogestión, en mercancía al borde de un precipicio, o más bien de un laberinto lleno de trampas y de pesadillas; porque el autor está señalando a todos esos poderes que ferozmente socavan la condición humana, y porque, página a página y dardo tras dardo, nos alerta de la falta de espíritu crítico imprescindible para hacer frente a tan enorme grupo de enemigos. Aunque ciertamente, para derrocar la sombra de la desesperanza continua –fruto natural de tan viles circunstancias – me temo que no servirán solamente la reafirmación de la libertad de expresión –como es notable ejemplo este volumen- ni la permanencia de la lucha en los diferentes campos de comunicación abiertos y legalizados/admitidos. Puesto que dichas variables ya las engulle el sistema, y, ante la más mínima amenaza, éste urde los recursos más insospechados y contundentes que fagocitan las características reales e intrínsecas del ser humano libre.

 

La sucesión de imágenes con los mismos colores, o mejor, con la total ausencia de los mismos, supone un gesto estético acertado, casi un acto de rebeldía inquebrantable. Mirar y remirar estos dibujos estremece cuando advertimos la cantidad de opresión, hipocresía, injusticia, servilismo, fraude,… que impera alrededor de las relaciones humanas. Y éstas, en el marco de la ley, configuran una sociedad desigual, empobrecida en sus perfiles morales, desajustada en sus intenciones, objetivos y esfuerzos, en los de sus miembros evidentemente. La manipulación de la prensa y demás medios de información, los conflictos armados en tantas geografías, la explotación capitalista, la inmigración, los fines comerciales que pisotean tan frecuentemente la dignidad y los derechos…, todos son reales, parafraseando una de las expresiones empleadas por Edu Barbero, todos son problemas acuciantes que su singular mirada expone en esta sucesión de trabajos.

 

La cultura no puede someterse al espectáculo; el arte, en su búsqueda de la belleza y como puente de emociones, no puede arrodillarse ante un mundo cargado de ruindad y de vergonzosas diligencias de las oligarquías nacionales y de las grandes empresas multinacionales, que persiguen sin descanso el desacreditado beneficio económico cueste lo que cueste. Y estos Dibujos negros reflejan multitud de engranajes que perduran con inmunidad y arbitrariamente, y nos recuerdan el peligroso panorama global en que vivimos. Desde arriba la libertad es tomada, catapultada, como una expresión en favor de los mercados, a favor de las actividades que persiguen con exclusividad el lucro y la usura; desde abajo, sin embargo, es un sueño generalmente demasiado caro. Recordemos que “por la libertad sólo puedo salir de aquello a lo cual he accedido por la libertad, o bien debe suponerse que he llegado a acceder por la duda. Si yo puedo salir de la duda por la libertad, entonces también debo haber entrado en ella por la libertad (acto de voluntad)”(2), como bien explicaba Soren Kierkegaard. Y si olvidamos que la cultura y el arte son aliados de la libertad, y que a través del pensamiento y del lenguaje podemos persistir en la disputa contra tan recios rivales, el camino en que estamos y el que nos aguarda continuarán poblados de obstáculos insalvables.

 

Tomemos, pues, este libro como un himno a la duda, al pensamiento, al espíritu crítico esencial; cada representación y cada asociación de iconos enfrentados que iremos contemplando, han de ser emblemas e ideas que rieguen hasta desbordar nuestra conciencia; ¿por qué las situaciones ideales no pueden ser reales? No hemos de ceñirnos ni admitir fines únicos, ya que tal punto de partida conduce al adoctrinamiento. Y una vez más acordar con el filósofo danés: “La inmediatez es la realidad, el lenguaje es la idealidad, la conciencia es la contradicción. En el instante en que yo expreso la realidad se da la contradicción, porque lo que yo digo es la idealidad.” (3)  Podríamos afirmar que tenemos en nuestras manos un libro político, un tratado visual, casi una ceremonia de las apariencias, una galería de seres, objetos, lugares y signos enrocados, y que la mesa sobre la que se juega la partida es a todas luces insidiosa. Pero el cerebro y la mano del creador han de presentarse siempre como herramientas de reivindicación permanente.

 

La pasión artística se convierte en luz de la sabiduría cuando las obras no están amordazadas, y cuando los hombres que las comparten, las contemplan y las disfrutan tampoco lo están, ni en sus vidas ni en su pensamiento. Y de no ser así, cantemos a la desobediencia, arrinconemos a los miserables, y caigamos en la cuenta que la peor esclavitud es no reconocer que se es esclavo. Porque el arte, sí, satisface, comunica, ennoblece, pero antes que el arte está la vida: la naturaleza, el aire del planeta, el trabajo de cada individuo, las ideas libres… y todo en estos dibujos fértiles y desenfrenados, sinceros, útiles como versos en casa y piedras en la calle. Lo apunta Marina, “es difícil justificar la bondad, pero es sencillísimo ejercer la fuerza” (4), y ¿quién escruta el testimonio de una y de otra? La verdad, la historia, la democracia,… muestran múltiples rostros; cualquier convicción y cualquier consigna pueden ser de cristal: delicado pero encierro, jaula pero frágil. Edu Barbero nos brinda aquí los primeros compases para esos cánticos mencionados, nos enseña certeras claves para disentir contra tantas falacias extendidas. Nuestro deber moral nos asiste, si el arte no es resultado del pensamiento viviremos en una prolongada anestesia, entre paredes de oro y mármol, sin puerta ni ventanas; y, no lo duden, Cervantes y Goya mirarían desde abajo, estarían en nuestra orilla. Ya lo escribió el poeta: dudar es avanzar. Pues insistan, resistan.

 

 

j. seafree

 

(San Martín de Valdeiglesias, octubre de 2015)

 

 

 

(1) Arthur Schopenhauer, “SOBRE LA VOLUNTAD DE LA NATURALEZA”, capitulo “Remisión a la ética”.

(2) Soren Kierkegaard, “JOHANNES CLIMACUS O DE TODO HAY QUE DUDAR”, página 142.

(3) Soren Kierkegaard, obra citada, página 100.

(4) José Antonio Marina, “LA PASIÓN DEL PODER”.          

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